Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2012

Duele(s)

Imagen
Borré todo lo que te escribí, o te sangré, por temor a que mi miedo te salpicase. Ahora bostezo tu nombre entre mis dedos y esa sonrisa que me daba la vida hoy me mata, y duele(s). Hoy se nota en mi sonrisa que te echo de menos, que es complicado huir sin mirar atrás, cuando sabes que ahí atrás se queda todo lo que pudimos llegar a ser, lo que fuimos, las noches en que me llenaste de piel los vacíos. Y este corazón ahora necesita una transición después de tantos golpes de estado sufridos. Ahora aquí habita soledad, con s de silencio de "si eso mañana me propongo olvidarte", y duele(s). Me has robado los cafés por la tarde contigo, y mis suspiros ya no tienen a quien recitarle versos. Quizá ese sea el problema, que nunca escuchaste los versos subrayados de mis poemarios y no pudiste conocerme. Tu boca era el nido de besos más bonito del mundo, donde pasar la mejor primavera entre unos labios. Lo que necesito es que vengas a sacarme a bailar,  con la música

Clavícula de aperitivo.

Imagen
Amor es cuando estoy duchándome, y apareces de repente en mi casa, con la copia de llaves que te tengo confiada para que entres cuando mis padres no estén y que llegues por sorpresa, sin que te espere, y entonces me esperas en el sofá, y salgo con la toalla anudada en la cintura a saludarte, y te mojo un poco la ropa, los labios al besarte, y me dices que recién duchado es cuando estoy guapo de verdad, que qué me apetece esta noche para cenar, que si pedimos unas pizzas o las hacemos nosotros mientras nos comemos a mordiscos el cuello y los hombros, toda la clavícula, de aperitivo, entre tanto que se calienta el horno. Y te miro a los ojos, diciéndote que mejor las hacemos nosotros, que lo que hacemos juntos siempre sale a la perfección, y te susurro al  oído  que eres mi lluvia, que siempre que pasas un rato por mi vida lo dejas todo empapado de amor y de ganas de más. Y cenamos. Preparo la mesa para la ocasión. Dos velas rojas en los vértices centrales de la mesa y un poco de péta

Vuelves con un triste café.

Imagen
Reapareces después de que te marchases sin pedir permiso, sin preguntar si me parecía bien; después de dejar mi cuerpo incendiado esperando que volasen las cenizas, marchándote haciendo ruido. Recuerdo cuando nos vimos por primera vez, cuando querías huir nadando por un mar de tu mundo, y yo tenía en mis ojos el mar azul en el que podrías perderte, y te perdiste, y al final terminaste haciendo que me perdiese yo, solo, sin ti. Cuando seguías poniendo puntos suspensivos a aquella historia que sabías perfectamente que se merecía un punto y final, dilatando cada día un poco más la herida, esa herida que hoy me rasco a ver si sangra alguna solución para salir adelante. Y ahora vienes como si nada resumiéndome tu noria de vida loca con un triste café, contándome mil historias que dejaste atrás con la sombra camuflada del humo gris de un cigarro en las noches frías, en las que despertabas en camas que no eran la tuya; y me pregunto a que te sabrían los besos que me dabas sin ganas. Mien

Los mordiscos que faltaban

Imagen
En Holanda el viento dejó de mentir, y algo me hizo abrir los ojos cuando te marchaste, que reaccionase, y descubrí que tus palabras hacía tiempo que no decían lo que sentías de verdad. Entonces recordé que un día dijiste que algo nos alejaba, que quizá eran los mordiscos que faltaban por darnos los culpables de que un abismo estuviese entre nosotros, que éste nos destruyese poco a poco, pero ahora entiendo que lo que pasaba es que tú provocabas ese abismo, porque tenías miedo de que fuese perfecto, de que fuese más grande que tú, más eterno, y tratabas de camuflar lo que pensabas con un poco de amor, pero en realidad era miedo, miedo a que te descubriese y me propusiese el reto de enamorarte y no supieses estar a la altura.   "Fragmento del libro: Seis pasos, seis pétalos y un adiós"

Tacones de aguja de once centímetros

Imagen
Los tacones golpeaban contra el frío asfalto de aquella noche de Milán. Las calles estaban tan vacías que incluso se oía el ruido a unas cuantas manzanas de allí. Aquellas piernas encima de aquellos zapatos temblaban. No por la torpeza de su andar sobre unos tacones de aguja, si no por el miedo. Iba hacia una obra en la que se convertía en una chica que tenía una vida paralela a ella, una obra que cada noche podía ser la última. Nunca había tenido una oportunidad, la gente se pensaba que era una chica débil para haber tenido que terminar allí, pero nadie se paraba a pensar que tenía que aguantar golpes, hombres que no se merecen ser hombres, acostarse cada noche por un par de billetes marrones con cualquier borracho, que era una mujer muy fuerte, más que todas las señoritas de ciudad que tenían un marido empresario que iba a cenas de empresa, pero que en verdad estaba entre las piernas de ella buscando el placer que su mujer no le daba. Tenía que aguantar una vida dura, sentada en aque