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Ilusionaste para irte.

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Llegaste para quedarte. Pero no físicamente. Y ahí estuvo el problema. Llegaste como la lluvia que se ansía en medio de la sequía, pero caíste con tal intensidad que desbordaste todo de ilusión y luego te marchaste, dejando daños colaterales que fueron letales, castigando al pueblo que tanto te esperaba. Viniste a ponerme la trampa y luego no me recogiste cuando creía que iba a comerme el queso. Y me dejaste sin escapatoria. Fuiste el gato que llena de adrenalina la vida del ratón, hasta que se cansa de perseguirle, y le deja a salvo, pero con una vida vacía, sin aliciente. Fuiste la droga que me quitó la depresión pero luego me jodió la vida. La curva que se presenta hermosa para cogerla a toda velocidad, y después descarrilar cuando más se cierra. La bala que gira de manera perfecta en espiral, admirándola antes del impacto. El cometa en vuelo sublime que con una racha de viento mal medida se lía en sí mismo. Un balcón con vistas al interior. Un café que se queda frío por pensar ens

Como una bolsa de plástico

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Como una bolsa de plástico flotando en el aire. Vuelo sostenido con caída en picado cuando deje de fluir el viento en su interior. Sin miedo a las alturas porque las vistas y las caricias merecen el temor. Cuestionando las leyes de la gravedad con un cuerpo que parece que no pesa, que fluye en el espacio, que se desplomará sin remedio. Idas y venidas en horizontal, vertical y diagonal. Todo lo que pesaba dentro de la bolsa ya no está, presión liberada que permite expandirse y conocer aires renovados. El viento acaricia, no rompe, no pesa, no desafía la resistencia, no oprime y no exige. Me atrapaste al vuelo. Quitaste de mí todo aquello acumulado, todo lo que pesaba, lo que no me dejaba volar. Me ayudaste a coger impulso y desde entonces no has dejado de soplar en mí para que pueda seguir estado a la altura de tu grandeza. Cuando parece que voy a caer de nuevo, cuando me haces recordar que la felicidad y tranquilidad son efímeras, vuelves con rachas de viento que hacen que vue

Mi nuevo libro: "Te lo llevaste todo, menos lo que dolía"

A finales de mayo de 2019 saldrá mi cuarto libro titulado ' Te lo llevaste todo, menos lo que dolía ', es una recopilación de relatos y microrrelatos. Aquí os dejo dos relatos que se pueden encontrar en el libro para ir abriendo boca. Si os gustan y queréis un ejemplar, podéis pedírmelo a esta dirección de Correo electrónico: brianaguilar.sanchez@gmail.com y hacer la reserva del mismo para que, cuando salga, seáis de los primeros en tenerlo. Todos los libros reservados antes de la publicación , tendrán dos relatos inéditos escritos a mano .  Espero que os gusten mucho, un saludo a todos.  La pieza que falta para acabar el puzle Busco la pieza del puzle que un día perdí al montar mi vida para mostrársela a alguien y al desmontarla cuando ya no quiso saber nada. Debe estar perdida en alguna caja de otra vida a la cual le sobra.  Anduve tan perdido que traté de encontrarla allí donde me había dado cuenta de que me había perdido. Traté de recuperar aquella pieza de la

Nos cuesta.

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Nos levantamos justo con el alba, nos hicimos un café con leche bien caliente y nos fuimos a la playa a pensar sobre las cosas que resultan difíciles de creer, y tras darle varias vueltas terminamos creyendo que era difícil creer que aquello que cuesta creer es lo esencial de la vida. Mientras discutíamos sobre el asunto, pusimos varios ejemplos para dar argumentos a nuestra creencia. Nos cuesta creer que las noticias buenas son de verdad, pues siempre tendemos a pensar que tras algo bueno hay algo malo, o que la cosas buenas no nos pasan a nosotros, y es esencial alimentarse de todo lo bueno que la vida nos pone por delante para sentirnos vivos. Nos cuesta creer que un amor es de verdad porque estamos acostumbrados a tener que superar mentiras, y es esencial creer que cuando la otra persona te dice ‘te quiero’ con el corazón en la mano, es que solo hay un corazón, y no una trampa debajo. Necesitamos creer en las cosas buenas que nos puedan pasar, para disfrutar de ellas

Éramos más dolor que felicidad

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Lo nuestro era tan profundo que terminamos por ahogarnos a nosotros mismos. Una noche, en la que no pudimos coger el sueño tras el mejor sexo del último lustro de reproches, nos pusimos a contar ovejas y terminamos por contarnos las cicatrices que nos hicimos el uno al otro, y ahí nos dimos cuenta de que éramos más dolor que felicidad. Cuando nos levantamos de la cama al día siguiente sonó como se descomponían todos los pedazos que habíamos ido acumulando bajo la escusa de una nueva oportunidad. Finalmente, decidimos irnos a comprar tabaco para quemar lo que nos quedaba de vida en las caladas de otras bocas. Fue imposible encontrar el equilibrio en la mirada floja de alguien que te mira diciéndote que ya no queda amor dentro de ella, y al perder el equilibrio ya nada sostenía los pedazos que permanecían unidos por seguir viéndonos cada mañana amanecer, y  escuchar ese sonido a roto que nos daba la oportunidad de intentar mejorar el desastre cometido. Brian Aguilar.

Cuando algo se rompe y te da igual.

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Sabes que algo va mal cuando si algo se te rompe piensas que da igual, que te encajará en algún sitio de otro destrozo. Es difícil alejarse del momento exacto en que las palabras exactas te dejaron exactamente como no querías quedar antes de empezar. Te conviertes en ceniza y solo te preocupa en que dirección sopla el viento para que te aleje lo más posible de la playa de su ombligo en la bañera. Todo se vuelve complejo al tratar de entender algo que no tiene explicación, aunque nos empeñemos en buscar un por qué a veces la respuesta es solo porque la otra persona quiere que nos pase.  Brian Aguilar

Y entonces se va.

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A veces los errores los provocáis vosotros por no valorar lo que teníais y, claro, luego os dicen que no sabíais lo que teníais hasta que no lo habéis perdido, cuando en realidad siempre lo supisteis pero no os daba la gana de darlo todo porque pensabais que nunca se iba a ir, y entonces se va, y lloráis como críos por un corazón que nunca os ha pertenecido pero que creíais dominar con vuestra actitud pasiva y con vuestra mierda de filosofía de vida de no esforzaros por nada y que os lo den todo hecho. Queréis que os den pero luego vosotros nunca dais, que os queréis sentir especiales pero no hacéis nada para que los demás se sientan, y claro, luego nadie os entiende, sois unos incomprendidos, aunque quizá la culpa de vuestro «asco de vida» la tengáis vosotros, y la gente se cansa de esperar, de esperaros para subiros a su tren, que todos tenemos paciencia, pero solo tenemos una y cuando se gasta no queda espacio para una nueva oportunidad. Luego, esa gente que dejáis vacía se encuen