Os creéis salvadores de pechos.

Nunca deberíais interponeros entre alguien y sus ganas de autodestrucción. Pero siempre os interponéis, porque os creéis salvadores de pechos con ganas de romperse y sentirse vacíos sin otro pecho que compense su desnivel de soledad, de pena, y acabáis rompiéndoos el vuestro por idiotas. Hay gente que no está preparada para querer a otra persona que no sea a ella misma, y creéis que vosotros vais a ser los primeros en hacerles sentir algo, pero nunca acaba siendo así porque nunca van a estar dispuestos a querer a alguien, no porque no sepan -porque para querer a alguien no hace falta saber, solo hacen falta ganas de entregarse-, sino porque no les da la gana. Siempre os acabarán decepcionando esas personas que desde el primer momento os dicen que el amor es una mierda, pero pese a todo sois tan ingenuos de ir a por ella, que luego os quejáis cuando el tren os atropella por cruzar cuando la barrera de paso estaba bajada y parpadeaba la luz del semáforo, intensamente, para que no dieses ni un paso más. Luego no sabéis como explicarle a la gente el destrozo, no para que os entiendan, sino para intentar entenderos a vosotros mismos. Lo importante es enamorarse joven y dejar un bonito cadáver y que te decepcionen cuanto antes para pasar a la siguiente decepción. El amor brilla tanto por su ausencia que a este paso nos va a dejar ciego el corazón.

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