Todos los trenes son iguales.
A veces es mejor pegarle un puñetazo
en la boca
al estómago
para matar
el nido de mariposas
que se
quiere asentar en él
y así
abortar un posible enamoramiento o
que mi lengua encuentre en tus caderas
el precipicio perfecto para suicidarse por amor.
que mi lengua encuentre en tus caderas
el precipicio perfecto para suicidarse por amor.
Puede que
sea mejor ir en el metro mirando al suelo,
por si me
cruzo con tu mirada
y no puedo
evitar quitarte el ojo de encima
y despedirme
de ti mirándote el culo cuando salgas,
sin impedir
que todo el metro se dé cuenta
de que lo he
hecho
(y aunque no
lo creas hay culos que enamoran igual que una mirada).
Quizá sea
mejor hacer que el mundo
pase
desapercibido delante de mis ojos
por si me
cruzo con una chica
que esté
doctorada en abrazos
que dejan un
vacío enorme cuando se va
y te hacen
sentir que el vacío está más lleno que tú.
Tal vez sea mejor
impedir preguntarme
algún día
por qué tardas tanto
en volver
del estanco si allí solo venden tabaco
y aún
compras a escondidas y sales corriendo
por si te
ven tus padres.
Será mejor
no jugar a meternos hielos en la boca
mientras nos
miramos a ver quién aguanta más,
y que
después me duela la cabeza,
pero ni
siquiera ese dolor se compararía
a cuando te
imaginase desnuda sin que estuvieses ya a mi lado.
Quizá sea
mejor ahorrarse un par de euros en puntos de papel,
para ponérmelos
en el pecho cuando me revientes el corazón,
y gastármelos
en un par de chupitos de tequila a la salud de la soledad;
tal vez aún
sin corazón tendría la desgracia de llevarte en la cabeza
y entonces
ya no podría vivir,
porque desde
el último desamor
nunca me
dejo llevar por el corazón y si por la cabeza.
Y lo mejor
de todo sería evitar jugar a mirarnos
y ver quién
aguanta más la respiración,
porque solo
falta que cojas aire para decirme
“siempre
juntos”
para que me
tome el juego enserio y no respirar nunca más.
Que si estás
quieto en la misma estación
durante unos
cuantos días
te das cuenta de que todos
los trenes son iguales
y que todos
los trenes vuelven a pasar.
Y ahora no
me apetece subir a ningún tren,
pero seguiré
en la estación;
quizá algún
día me apetezca.
Eres un puto genio y me encantas.
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