Nunca me gustó como besabas.
Me gustabas porque me dijiste desde el principio que eras imposible, como una primavera sin ganas de revolución, como pedirle pétalos a un cáctus, como que el agua y el aceite se revuelquen dentro de un mismo vaso. Me gustabas cuando escribías en mi cama y recitabas lo que habías escrito, y para mí eso era como si estuvieses bailando en mi cama desnuda. Contra más alto subíamos, más vértigo tenías, más miedo por si resbalabas y la hostia contra el suelo te destrozaba, y es que de tanto mirar para abajo me dejaste de mirar a mí, y yo no paraba de mirarte, desolado, viendo que no tenías ya ilusión, mientras notaba como la mía estaba cayendo desde donde estábamos, con tanta velocidad y turbulencias que tenía toda la pinta de reventarse contra el suelo, te miraba viendo lo perdida que estabas y las ganas que tenías de bajar, y es que nunca te dejaste llevar, y nunca podrás amar a alguien, porque el amor es dejarse llevar sin importar la hostia que te vayas a pegar. Invertí mis ilusiones...