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Mostrando entradas de mayo, 2013

Antes huíamos juntos, y hoy huyes de mí.

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Ya no recuerdo cuando fue la primera vez que dije que sería la última vez que te escribiría. Pero cuando empiezas a escribir algo grande en una página, en vez de pasar, intentas continuar escribiendo en los bordes y los espacios que quedan entre las líneas, llenándolo todo de letras, de “bah’s”, de palabras que saben a tinta mezcladas con dolor, y ya no eres capaz ni de leer las palabras bonitas que te dediqué. Pero por mucho que tache todo lo que te llegué a escribir es imposible olvidar todo lo que vivimos. Siempre dijimos que intentaríamos hacerlo lo mejor posible por si algún día nuestra historia terminase guardar un buen recuerdo de ella, y que al recordarla solo fuésemos felices. Pues bien, a mí solo me hace feliz recordar aquellas tardes que pasábamos en tu casa, tirados en el sofá, sin decir nada porque ya se lo decían todo nuestras manos y nuestros labios. Me hace feliz pensar en las huidas, en las escapadas que hacíamos sin planificar. Cuando te mandaba un mensaje y t

Poesía.

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No entiendo en qué piensan esos poetas que creen que la poesía aún se escribe en cuadernos y se rima. Ni entiendo que crean que la poesía aún es cosa de las musas, de bares de carretera, de cafés con vistas a la Torre Eiffel, de París. Yo les diría que pasasen un día entero mirando tus labios rojos, viéndote mientras duermes en bragas y con una camiseta mía, sin sujetador.  Que te viesen cuando te levantaras de la cama, estirando tu cuerpo, pensando en qué te pondrás de ropa mientras te quedas desnuda en tu cuarto pensando que ojalá tú y yo ahí, en el suelo. Que te vieran mientras miras por la ventana tomando el primer café del día con un croissant; y luego con un cigarrillo en la mano derecha, con la mirada perdida en el infinito deseando que el tiempo sea el que nos pierda a nosotros, y no al revés. Que viesen lo bonito que destruyes, que eres capaz de ser la chica con los ojos tristes más bonitos de toda Barcelona, o ser la chica de los hoyuelos llenos de tristeza

"En eso que te enamoras justo cuando el tren se marcha"

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Lo mejor de perder trenes en la vida es que a veces tienes suerte y te toca compartir asiento de estación con los ojos más bonitos de todo Madrid, con los párpados cansado y las ganas de dormir más bonitas que he visto nunca en hora punta, y con los labios rojos que más ganas me han entrado de morder en la vida. Y me empiezan a temblar las rodillas, y no es de nervios, si no de ganas de acercarme un poco más y decirle que su sonrisa es un súper poder, que si quiere ser mi heroína y salvar todas estas heridas antes de que se desangren. Pero justo cuando iba a dar el paso de acercarme y preguntarle qué hora tenía (y morderme el labio mientras mirabas el reloj y no me veías), se ha levantado a recibir a una amiga que bajaba del tren al que iba a subir yo, y se marchan de aquí, y me quedo allí asomado en la puerta del tren viendo como camina y sumando mentalmente la cantidad de cuellos que habrá partido, y que le quedan por partir, por la Gran Vía con su forma de mover el culo. Tomo asi