Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2013

Nunca me gustó como besabas.

Me gustabas porque me dijiste desde el principio que eras imposible, como una primavera sin ganas de revolución, como pedirle pétalos a un cáctus, como que el agua y el aceite se revuelquen dentro de un mismo vaso. Me gustabas cuando escribías en mi cama y recitabas lo que habías escrito, y para mí eso era como si estuvieses bailando en mi cama desnuda. Contra más alto subíamos, más vértigo tenías, más miedo por si resbalabas y la hostia contra el suelo te destrozaba, y es que de tanto mirar para abajo me dejaste de mirar a mí, y yo no paraba de mirarte, desolado, viendo que no tenías ya ilusión, mientras notaba como la mía estaba cayendo desde donde estábamos, con tanta velocidad y turbulencias que tenía toda la pinta de reventarse contra el suelo, te miraba viendo lo perdida que estabas y las ganas que tenías de bajar, y es que nunca te dejaste llevar, y nunca podrás amar a alguien, porque el amor es dejarse llevar sin importar la hostia que te vayas a pegar. Invertí mis ilusiones

Quise vivir de nuestro cuento y acabé muriéndome de la realidad

Yo contigo solo quería salir corriendo delante de la policía por haber robado en un supermercado, coger un cádilac en una gasolinera, huir, que te pusieses de pie en el asiento con los brazos abiertos mientras hacíamos la ruta 66 y morir en un tiroteo. Pero en el amor siempre cometemos el fallo de dejarnos llevar sin preguntar a dónde vamos, y luego nos encontramos en el fondo de un precipicio mientras la otra persona está dando saltitos mientras baila en el borde riéndose. Y es que nos enamoramos de bloques de hielo sin saberlo, y lo malo es que el hielo se pega a la piel y quema, dejando marcas. Y despegarte duele mucho. Nuestra relación era a distancia porque nunca quiso acercarse a donde yo estaba, y ojalá hubiese tenido un doble para las escenas en que si yo no iba, ella pasaba de venir y lo nuestro se acababa. Las personas no cambian, solo se limitan a disimular, y ella nunca supo querer, pero disimulabas tan bien que creí llegar a pensar que estaba enamorada; que hija de p